La equidad en la educación tiene dos dimensiones:
- La primera es la imparcialidad, significa asegurar que las circunstancias sociales y personales, como el sexo, la condición socioeconómica o el origen étnico, no sean un obstáculo para realizar el potencial educativo.
- La segunda es la inclusión, es decir, garantizar un estándar mínimo básico de educación para todos; por ejemplo, que cada persona sepa leer, escribir y hacer operaciones simples de aritmética. Las dos dimensiones están estrechamente entrelazadas: atacar el fracaso escolar ayuda a superar los efectos de las privaciones sociales que a menudo provocan dicho fracaso.
Tanto la equidad como la imparcialidad son problemas para
los países de la OCDE.
Los niños de los hogares más pobres en la mayoría de los países de la OCDE tienen entre el triple y
el cuádruple de probabilidades de obtener las puntuaciones más bajas en
matemáticas a la edad de 15 años.